miércoles, 14 de enero de 2015

Aquellos días impares...

Ha cambiado su tabaco,
El nuevo le recuerda sus besos,
Y en el humo ve su sonrisa.
Maldito muñeco roto,
Frágil y rudo;
Pensó que no podía enamorarse hasta que vio sus lágrimas.

Beth se apoya en la ventana,
Suspira y una lágrima levanta el polvo del suelo.
La violencia de su respiración se apacigua;
Maldito muñeco roto,
Lleno de pasión y heridas abiertas.

Piensa en todo lo que podría haber hecho para no irse,
En todos los suspiros que podrían haberle salvado,
Incluso en las mentiras que podrían haberle hecho feliz...
Pero no la convence,
No la conviene;
Hoy no puede ser débil.

Sale al parque de debajo de su casa,
Cruza el puente de los candados oxidados,
Se sienta en su banco,
Los malditos patos llevan dos veranos sin aparecer,
Todo ha cambiado en esta ciudad,
Los pequeños gestos siempre han sido los más significativos,
Al menos para Beth.
No quiere vender su alma,
Pero porque cree que no tiene valor;
Necesita algo que le recuerde
Que incluso las personas buenas sufren injusticias,
Pero no cree haber conocido jamás a nadie de valor.
No sabe si lo que le quema es la autocompasión
O la resaca,
Pero está cansada.

Esta noche cambiará su destino.

2 comentarios:

  1. Abre y cierra su zippo.
    Mira hacia arriba, hay luz de mañana.
    Bonito, dice, bonito, suspira.
    Mirar a los zapatos y ver que no pisa la línea de las baldosas.
    ¿Lo recuerdas? Jugábamos.

    Estamos cerca, me dijo, aquí, señaló.
    El corazón se aceleró.
    ¡Fuego! ¡Fuego! Y después las cenizas.
    Abre y cierra su zippo.
    Fue un regalo, me dijo.

    La vida era una auténtica pasión. Ilusionaba.
    "El cielo está encapotado" cantó.
    Yo lloraba, pero no lo sabía porque el cielo me lloraba a mí.
    Joder. ¿Por qué? Y al final, ¿qué?

    Hace luz de mañana. Todo está tranquilo.
    Sólo hay tormenta en mis ojos.
    No queda ni en mi sonrisa.
    Miro a las nubes.
    Abro y cierro el zippo.

    Memorias, recuerdos.
    Presente.

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  2. Pues alquílala... con derecho a compra.
    ¡Cuánta estéril amargura!

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